Cuando queremos comer algo que quizá no sepamos si está en buen estado, lo primero que hacemos es olerlo. Todos lo hacemos, pero un científico nos informa de lo equivocados que estamos. En realidad, no deberíamos confiar demasiado en nuestra nariz para este tipo de prueba.
Podemos intuir que está mal, pero es habitual que usemos nuestro olfato con la intención de llegar a la conclusión de si algún alimento que tenemos en la nevera se encuentra todavía en buen estado o no. Porque las fechas de caducidad, sobre todo con la comida que viene en envases de abrir y cerrar, no son tan confiables como nos gustaría. ¿Pero qué hacemos en su lugar?
No te fíes de tu nariz
Alguien de la familia quizá no ha cerrado el envase de la mortadela y te estás planteando si está en buenas condiciones o no. Oler la loncha para ver qué sensaciones nos transmite podría sonar bien, pero no es algo que te vaya a servir. La realidad es que si bien hay casos en los que sí te va a ayudar, no son demasiado habituales. Por lo tanto, en términos proporcionales, es poco probable que la nariz vaya a ser lo que detecte si un alimento está en buen estado o no.
Dice este científico que no ganamos nada con ese gesto de oler la comida de cuya condición dudamos y que todo el esfuerzo que podamos invertir en ello deberíamos comenzar a ponerlo en mejorar la forma en la que envasamos y almacenamos nuestros alimentos. Utilizar fiambreras o un buen plástico que cierre herméticamente la comida será crucial para que luego no tengas que estar oliendo y oliendo para ver si algo está bueno o no.